Nací y crecí en una tierra que respira esperanza, pero que también carga con el peso de promesas incumplidas de manera histórica. Durante más de una década he caminado los pasillos del poder y las calles de nuestros barrios; fui líder juvenil antes de que me abrieran las puertas de la Casa de Nariño, donde trabajé entre 2020 y 2022 en la hoy extinta Consejería Presidencial para la Juventud. Desde allí respaldé los procesos juveniles de todo el país y, especialmente, los de nuestra tierrita. Conocí de primera mano las luchas silenciosas de miles de jóvenes que, sin reflectores ni privilegios, se levantan cada día con la convicción de transformar sus comunidades.
Hoy quiero hablarles a ustedes, quienes vendrán después, con la sinceridad de quien ha visto los aciertos y los errores de la política colombiana. Quiero dejarles un mensaje profundo y honesto, uno que no sea solo optimista, sino también crítico y desafiante.
¡Anímense a romper el molde de la política tradicional!
Nuestra clase política tradicional ha fallado demasiadas veces, sin importar el espectro político. Nos prometió desarrollo, pero dejó corrupción. Habló de participación, pero aún no entiende el aporte de las juventudes. Y ni se diga del actual Gobierno Nacional, que se presentó como el cambio y ha terminado atrapado en una lógica de confrontación y discursos vacíos, mientras el desempleo juvenil persiste, la educación pública se cae a pedazos y la violencia revive en nuestros territorios.
Pero no se equivoquen: la indignación no basta. Protestar sin proponer es insuficiente. Liderar sin prepararse es injustificable. Ustedes deben ser mejores que quienes hoy critican. No repitan los vicios del clientelismo, la indiferencia y la improvisación.
Hoy no se trata solo de votar por el más lindo o por la que mejor les cae. Participar no es solo votar.
La participación real no ocurre cada cuatro años en una urna. Se construye todos los días: en los Consejos de Juventud, en la Acción Comunal, en los colectivos estudiantiles, en el emprendimiento social, en la innovación y en el trabajo comunitario. Ser líder no significa esperar un micrófono; significa asumir responsabilidades, informarse, debatir, construir soluciones y defenderlas con rigor y respeto.
Si algo he aprendido en estos años es que el poder no transforma por sí solo; son las ideas, la preparación y la coherencia las que logran los verdaderos cambios. Quien no se forma, quien no entiende su territorio ni dialoga con quienes piensan distinto, termina repitiendo el mismo guion vacío que criticaba.
El Meta necesita jóvenes valientes y preparados. La renovación generacional grita en cada época electoral.
Nuestra región tiene todo para liderar: biodiversidad, agricultura, cultura y una juventud que ya no quiere heredar la resignación de generaciones pasadas. Pero necesita jóvenes que estudien, se preparen, emprendan, vigilen a los gobernantes y se atrevan a competir por espacios de decisión. Y, sobre todo, necesita gente que entienda que transformar la política no significa destruirla, sino dignificarla desde adentro.
A ustedes, futuras generaciones del Meta, les digo: no esperen el momento perfecto, porque no llegará. Atrévanse a incomodar, a cuestionar y a construir propuestas aterrizadas a la cruda y difícil realidad que actualmente atraviesa el departamento en materia fiscal, de seguridad e inversión.
Abracen la tecnología, el conocimiento y el trabajo colaborativo. Defiendan sus causas con argumentos y no con odio.
Exijan a quienes gobiernan, pero prepárense para gobernar mejor que ellos. Construyan estrategias para siempre dejar las puertas abiertas.
Mi compromiso es seguir abriendo espacios, señalando errores para buscar mejorarlos y proponiendo soluciones con esperanza. No me resigno a que nuestro departamento sea recordado solo por sus problemas; quiero que sea ejemplo de transformación y participación juvenil para el país.
El futuro no se espera: se construye todos los días.
¡Llegó el momento de decidir: salgan a votar!