Empieza a tomar forma la conversación política de cara a las elecciones legislativas de 2026 en el Meta, y aunque aún falta mucho por definirse, ya suenan las primeras fichas que buscarán quedarse con las tres tradicionales curules a la Cámara de Representantes. Sin embargo, más que certezas, lo que hoy hay es ruido de fondo, nombres conocidos y viejos vicios. Todo apunta a que el próximo pulso electoral será más un reacomodo de fuerzas que una renovación auténtica.
De entrada, la representación actual. Jaime Rodríguez Contreras, el más curtido del trío, ha hecho carrera en el Meta, pero poco ha logrado levantar en esta legislatura. Aunque en privado se asegura que ha gestionado recursos e impulsado iniciativas, lo cierto es que su actividad no ha sido visible para la ciudadanía, o si lo ha sido, no ha trascendido en la opinión pública. Su reelección, por tanto, dependería más de su maquinaria electoral que de su gestión.
Carlos Arturo Vallejo, por su parte, llegó sin querer queriendo: con la renuncia de Juan Diego Muñoz, fue el siguiente en la lista y se ganó la lotería sin apostar. Pero ni suena ni truena, y si bien tiene una hoja de vida técnica en salud, no ha logrado ningún posicionamiento político real. ha intentado ingresar al petrismo sin ningun efecto, ya que poco o nada sirve su apoyo en ese sector En resumen, está pero no está.
Y el caso de Gabriel Parrado es aún más complejo: representante del Pacto Histórico, pero ni querido ni reconocido en su propio sector. No se le conocen iniciativas de peso, ni ha sido vocero de las banderas del petrismo, lo cual en un escenario tan ideologizado como el actual, lo deja en tierra de nadie.
Mientras tanto, por el lado de la Alcaldía de Villavicencio, el panorama es más claro. Darwin Castellanos aparece como el ungido por el alcalde Alexander Baquero, quien estaría dispuesto a jugársela hasta el final para que su mano derecha llegue al Congreso. Castellanos, con pasado en Salvación Nacional y raíces conservadoras, hoy coquetea con el Centro Democrático, un movimiento estratégico que no solo abarataría su campaña —dado el respaldo estructural que ofrece el partido— sino que le permitiría capitalizar una de las marcas más apetecidas en el Meta.
Pero hay un problema: no está solo en la carrera por ese aval. En esa misma puja aparece David Pérez, actual director del Centro Democrático en el Meta, quien ha venido consolidando liderazgo en el interior del partido y construyendo relaciones con sectores del empresariado, ganaderos y jóvenes profesionales. Si bien su candidatura aún no es oficial, su aspiración es un secreto a voces, y todo apunta a que habrá una batalla interna de pesos pesados por quedarse con la bendición uribista en el Meta.
En cambio, el Palacio del Bambú enfrenta una situación más enredada. La gobernadora Rafaela Cortés, aún sin candidato definido, ve cómo sus posibles cartas se diluyen antes de tomar forma. Henry Ladino, con trayectoria y su conocida estructura de las “golondrinas”, no termina de convencer. Su trabajo político es evidente, pero no parece suficiente para alzarse con la bendición. A su vez, Ximena Calderón, quien parecía tener luz verde al comienzo, hoy enfrenta un panorama judicial espinoso: investigaciones, demandas y más sombras que certezas. Apostarle sería una jugada arriesgada.
En ese escenario también ha empezado a sonar un nombre que llama la atención: Milton, el cuñado de la gobernadora, quien ya tuvo paso por el Concejo de Villavicencio y cuenta con trayectoria en política local. Aunque no ha manifestado públicamente interés, su nombre ha sido puesto sobre la mesa por sectores cercanos al Palacio de Bambú. No sería descabellado, considerando que la maquinaria de la Gobernación históricamente ha sido determinante en procesos legislativos, y hoy cuenta con una estructura fuerte en diferentes municipios. Sin embargo, aún hay interrogantes sobre el nivel de respaldo ciudadano que podría alcanzar una candidatura de esta naturaleza, especialmente porque el gobierno de Rafaela, aunque ha logrado consolidarse institucionalmente, todavía enfrenta desafíos en términos de percepción ciudadana y conexión con la opinión pública. ¿Será suficiente el aparato oficial para mover una candidatura sólida, o se requerirá algo más que estructura para convencer al electorado?
Más allá, aparece una alianza que hace apenas unos meses parecía imposible: Felipe Harman y Wilmar Barbosa, antiguos antagonistas, hoy coinciden en un nombre: José Manuel Sandoval. El exconcejal y exdiputado, hábil para moverse entre trincheras, se presenta como el candidato de ambos. Pero tiene un problema que lo puede dejar fuera de la jugada: su vehículo. Si Harman lo quiere llevar por el Pacto Histórico, se enfrenta al desgaste del presidente Petro en la región, lo cual sería una carga pesada para una campaña que necesita sumar, no restar. Sandoval, además, ha dejado atrás a antiguos aliados como Juan Guillermo Zuluaga, con quienes construyó su carrera. Hoy se declara petrista, pero ese camuflaje constante puede volverse en su contra
Finalmente, un cuarto bloque busca consolidar una alternativa de centro-izquierda. Edward Libreros, César Pérez, Juan Camilo Chávez y Oswaldo Avellaneda hacen esfuerzos por formar una coalición que represente a los sectores no alineados. Tienen votos —Chávez y Avellaneda sumaron más de 80 mil en las pasadas elecciones—, tienen discurso, y tienen voluntad de unidad. Pero aún no logran proyectarse como una opción real de poder. Necesitan una figura de consenso, una narrativa sólida y, sobre todo, estructura.
El ajedrez político del Meta se está moviendo, pero aún no se sabe quién es el verdadero jugador y quién solo está en el tablero por accidente. ¿Será esta la oportunidad para que el departamento rompa con los clanes tradicionales y abra paso a una nueva representación? ¿O simplemente seremos testigos de una reedición del mismo poder con nuevos rostros?
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